La historia de Sandra
Recuerdos nublados de reuniones familiares, fiestas de cumpleaños, visitas a parques inundaban tu mente. No podías recordar la última vez que dijiste un "papi" o un "mami" con devoción hacia ellos. Fuiste la niña linda y tierna de la que cualquier padre podría estar orgulloso. El tuyo, siguiendo la rica tradición familiar, heredó un emporio consistente en una fertilizadora, varias propiedades y una cadena de mueblerías a nivel nacional. Nunca faltó nada, salvo el calor de un verdadero hogar, el cuál se llenaba con objetos para saciar la inmunda soledad.
Eres la última de 4 hijos, la única mujer. Es por eso que aprendiste rápidamente que los hombres son unos cabrones. Aprendiste las mañas para engatuzar a las mujeres, a cómo seducirlas y llevarlas a la cama sin inconvenientes. Es por eso que desde que empezaron a pretenderte, fuiste selectiva. Jugabas con más de uno a ser su novia, solo para golpearle el orgullo a los juniors, los cuales despreciabas.
Fuíste la consentida de papá, desde pequeña se cumplían tus caprichos. Tuviste una supremacía entre tus hermanos al sentirte siempre protegida. Sin embargo, nunca tuviste problemas con ellos y siempre te cuidaban en las fiestas. Es por eso que te volviste una niña nice, porque pensabas que eso era lo debías ser. Fiestas del jet set, con niños fresa que pululaban por toda tu esfera, eran cosa de cada fin de semana.
Una noche, cuando tenías 16, llegaste a tu casa y ésta aparentaba el vacío común. Habías llegado más temprano de lo avisado, ya que la fiesta era un asco. Cuando prendiste la luz, descubriste a tu padre cogiendo en medio de la sala con Angélica, la prima de tu madre. La imágen te quebró en mil pedazos y la admiración hacia tu padre se fué a la goma. De repente todo en tu vida no tenía sentido. No hablaste en dos semanas, te encerraste en el mutismo y nadie sabía lo que te pasaba. Tu padre, a modo de consuelo, te envío de vacaciones a Europa con tus amigas. No hubo tal consuelo, y en cambio el rencor aumentó.
Aprovechaste la situación. Decidiste vengarte de tu padre chantajeándolo para conseguir objetivos absurdos: excursiones mochileras a Argentina, fiestas en los jardines de la casa y tener novios desagradables a la vista.
Adorabas a tu madre. Un mal día falleció. Un ataque al corazón fulminante. Su muerte acabó por desmoronarte. Admiraste siempre su sumisión y la categoría y sapiencia de la que gozaba. Jamás viste escenas desagradables de su parte y hasta su muerte, nunca dejaste de quererla.
Todos tus hermanos fueron forjados en el Tec. Tu no. Odiaste esa vida. Odiaste todo lo que había alrededor. Preferiste ser una más. Pasaste dos años sin estudiar. Llegaste a trabajar en un McDonalds, en un Seven Eleven y de bartender en un antro. Quisiste experimentar la vida como tal, pero no encontrabas consuelo. Es por eso que cuando el dueño del bar, un tipo de 30 años, casado, te dijo que quería algo más contigo, aceptaste. Te entregaste a él y supiste por fin lo que era el sexo. A partir de ahí, fueron incontables las experiencias sexuales. Encontraste un escape en cada relación y pudiste desahogar un poco el vacío existencial.
En una fiesta familiar conociste a Carlos, hijo del mejor amigo de tu padre, y decidiste que era hora de hallar la salida. Él tenía dinero, era atractivo y tenía una carrera política asegurada. Ese día tuvieron relaciones en el baño y hubo una chispa. Los dos tenían un apetito desmesurado por el sexo. Y es por eso que decidiste estudiar Ciencias Políticas en la UNAM. Sentiste que debías tener un camino afín para poder compenetrarte más con él. Tu padre lo vió como una buena influencia y aprobó el compromiso. No tenía más remedio, era el hijo de su mejor amigo.
Una vez, cuando llegaste a la casa de Carlos, Andrés te abrió la puerta y lo abrazaste. Sólo te ruborizaste cuando te apartó y te dijo: "Soy Andrés, mucho gusto. Enseguida le hablo a Carlos". Hubo algo en él que, a pesar de ser su gemelo, viste diferente. Tal vez la mirada serena, la voz, incluso algo en el físico o la manera de vestir que te aprehendió. Quisiste pensar que era un capricho u obstinación, y decidiste hablar de casarte con Carlos. Pero conforme pasaban los meses, te diste cuenta que ese capricho se convertía en admiración y no dejabas de pensar en él. Entonces decidiste dar el salto y arriesgarlo todo, incluso tu futuro...
viernes, 10 de abril de 2009
martes, 7 de abril de 2009
La duda - Primera parte
- ¡¿Cómo te atreviste cabrón!? ¡Eres mi hermano!
No se pueden recordar los años felices, ni los momentos de hermandad que Carlos y Andrés compartieron en la niñez... Tampoco las borracheras, los momentos de soledad ni los abrazos en Navidad que, año tras año, eran insuficientes. Ahora, en este momento, todo se iba al carajo.
- ¡Pendejo! ¿Qué traes Carlos? Ya parale...
- Ay si idiota, ahorita me vas a ver la cara, no mames güey ¿te la cogiste?
- Cálmate y tu mamá también no chingues, sólo platicamos no seas pendejo
- ¡Cuál platicar!
El puño cerrado de Carlos se encontró con el ojo izquierdo de su hermano. En seguida más golpes. Pasarían más de 10 minutos antes de que dejaran de pelear...
Los celos más fuertes ocurren entre hermanos. Se dice que Caín mató a Abel por celos y huyó desterrado por Dios hacia tierras lejanas. Es una constante competencia, sobre todo desde que se crearon. Andrés, el mayor era de carácter pasivo. Era el top of the class y no era muy sociable. En cambio Carlos, el menor, era rebelde, mujeriego por naturaleza, pasaba -gracias a su hermano -de panzaso las materias más difíciles. Son gemelos. Y al serlo, su amor u odio es tan frágil como la gota de rocío que cae en las primeras horas de la mañana.
Horas antes en un Starbucks, Andrés se entrevistaba con Sandra, la novia de Carlos. Sandra era compañera de ambos en la universidad. Ciencias políticas en la UNAM. Carlos y Sandra eran promiscuos. Se toqueteaban en plena clase a la vista de todos, tenían sexo oral en los baños del campus y más de una vez fueron sorprendidos cogiendo en los espacios de Ciudad Universitaria. No es que no les importara, pero la atracción física era más fuerte. Sin embargo, había algo de fascinación en la personalidad de Andrés que llamaba la atención de la jóven. Su carácter apacible, conciliador y su capacidad mental no pasaban desapercibidas para ella.
- Hola Andy ¿podemos hablar?
- Ah, este... Si, mira... Tengo exámen mañana y necesito estudiar... Lo siento...
- Por favor... Necesito platicar con alguien, y Char no me contesta el cel ¿si?
Andrés accedió. Acudieron al café ubicado a escasas cuadras de CU donde por lo regular estaba lleno de estudiantes de filosofía y derecho. Entre tantos personajes, no puedes ser el blanco de las miradas. En la universidad, todos son desconocidos. Eres uno más. No importa si tienes o no un auto chingón, un guardarropa de marca o un forro de envidia. No. Todos se enfocan a un objetivo: salir a conseguir todo eso.
Carlos y Andrés eran de una familia acomodada. Su padre, Don Alberto Navarro y Chuayffet era el dueño de una industria que manufacturaba hule. Las exportaciones lo elevaron a las nubes de la codicia y el poder. Estaba relacionado a la política y más de una vez participó en campañas electorales. Era compadre del Gobernador de Morelos. Su madre, Estela Campos Ibargüengoitia era toda una dama de sociedad. Participaba en subastas de caridad y más de alguna vez se le veía en las lujosas comidas en la que asistía con su marido rodeada de más mujeres del círculo social más elevado de México.
A pesar de eso, los dos hermanos no eran juniors, más gozaban de ciertas libertadas obviadas por las relaciones que su padre mantenía con todo el círculo de poder. La obsesión nepotista del padre, hizo que los jóvenes entraran a la escuela de Ciencias Políticas, para después hacer alguna maestría o doctorado en alguna universidad de Estados Unidos o Inglaterra.
- Tengo un problema Andy... Uno muy grave...
- Mira, sé que Carlos es un tipo muy atrabancado, pero se hará responsable, sea como sea...
La muchacha se echó a reír. - No es lo que piensas niño. En eso me cuido mucho. Es otra cosa.
- ¡Ah, vaya! Pensé que...
- ¡No! ¿Cómo crees? -decía al momento de tomar su mano -Es sólo que... Me gustas Andrés. Me gustas mucho. No sabía cómo decírtelo, y ahora no sé cómo decírselo a tu hermano.
Andrés se separó inmediatamente. De repente sintió un escalofrío como de miedo, asco y culpa. Se marchó sin mediar palabra. La jóven gritó algo a lo que no prestó mucha atención. Para él, las cosas con su hermano eran cosa seria. No le gustaba que lo tocaran. No tenían una relación de hermandad juvenil muy estrecha, pero de cualquier forma se querían. Más de una vez discutían por minucias provocadas por la competencia que genera el ser el favorito de papá y mamá. Ocultaba las borracheras atroces y a las fiestas privadas con orgías por regla que organizaba su hermano. Más de una vez tuvo que aguantarse afuera de la casa mientras su hermano cogía con alguien en la sala de la residencia. Testigo mudo de las aventuras de Carlos, se limitaba a hacer oídos sordos a todo comentario y sólo respondía con evasivas a las preguntas de sus padres. Ya sabes cómo es, decía.
Llegó a su casa con el mismo sudor frío. Ellos tenían planes para casarse terminando la carrera. El padre de Sandra, íntimo amigo de Don Alberto, era dueño de una cadena de mueblerías en la república. En las reuniones familiares hablaban siempre de Sandrita y Carlitos. "Ah, estos muchachos, tan buenos. Algún día seremos consuegros Negro y tendremos que cargar nietos" Pero muchas veces las miradas de la jóven se desviaban hacia el introvertido hermano de su prometido. Muchas veces, incluso, mientras tenían relaciones, ella se imaginaba haciéndolo con Andrés. Otras tantas, se masturbaba pensando en él.
- ¡Jóven! - gritó la portera, al tiempo que Andrés cerraba la puerta de su cuarto. Sólo quería encerrarse, no quería saber nada. La confesión de Sandra había sido demasiado. Muchas veces oía a su hermano hablar de ella como una mujer que lo exitaba, pero que a la vez le llenaba el vacío existencial de cariño. Vacío propiciado por la constante ausencia de los padres. Vacío que Andrés llenaba con estudio y Carlos con sexo. En esos momentos, Carlos se tiraba por enésima vez a la maestra de Economía, cuando recibió un mensaje en el celular. Interrumpió el coito y salió del salón, dejando a la mujer a punto del segundo orgasmo.
Iba por Reforma a toda velocidad. -¡Ese hijo de la chingada! ¿Cómo se atrevió? -Dio una vuelta cerrada y estacionó el carro afuera de la casa. Se bajó de inmediato olvidando el celular en el que se leía: "ME COGÍ CON TU HERMANO"
No se pueden recordar los años felices, ni los momentos de hermandad que Carlos y Andrés compartieron en la niñez... Tampoco las borracheras, los momentos de soledad ni los abrazos en Navidad que, año tras año, eran insuficientes. Ahora, en este momento, todo se iba al carajo.
- ¡Pendejo! ¿Qué traes Carlos? Ya parale...
- Ay si idiota, ahorita me vas a ver la cara, no mames güey ¿te la cogiste?
- Cálmate y tu mamá también no chingues, sólo platicamos no seas pendejo
- ¡Cuál platicar!
El puño cerrado de Carlos se encontró con el ojo izquierdo de su hermano. En seguida más golpes. Pasarían más de 10 minutos antes de que dejaran de pelear...
Los celos más fuertes ocurren entre hermanos. Se dice que Caín mató a Abel por celos y huyó desterrado por Dios hacia tierras lejanas. Es una constante competencia, sobre todo desde que se crearon. Andrés, el mayor era de carácter pasivo. Era el top of the class y no era muy sociable. En cambio Carlos, el menor, era rebelde, mujeriego por naturaleza, pasaba -gracias a su hermano -de panzaso las materias más difíciles. Son gemelos. Y al serlo, su amor u odio es tan frágil como la gota de rocío que cae en las primeras horas de la mañana.
Horas antes en un Starbucks, Andrés se entrevistaba con Sandra, la novia de Carlos. Sandra era compañera de ambos en la universidad. Ciencias políticas en la UNAM. Carlos y Sandra eran promiscuos. Se toqueteaban en plena clase a la vista de todos, tenían sexo oral en los baños del campus y más de una vez fueron sorprendidos cogiendo en los espacios de Ciudad Universitaria. No es que no les importara, pero la atracción física era más fuerte. Sin embargo, había algo de fascinación en la personalidad de Andrés que llamaba la atención de la jóven. Su carácter apacible, conciliador y su capacidad mental no pasaban desapercibidas para ella.
- Hola Andy ¿podemos hablar?
- Ah, este... Si, mira... Tengo exámen mañana y necesito estudiar... Lo siento...
- Por favor... Necesito platicar con alguien, y Char no me contesta el cel ¿si?
Andrés accedió. Acudieron al café ubicado a escasas cuadras de CU donde por lo regular estaba lleno de estudiantes de filosofía y derecho. Entre tantos personajes, no puedes ser el blanco de las miradas. En la universidad, todos son desconocidos. Eres uno más. No importa si tienes o no un auto chingón, un guardarropa de marca o un forro de envidia. No. Todos se enfocan a un objetivo: salir a conseguir todo eso.
Carlos y Andrés eran de una familia acomodada. Su padre, Don Alberto Navarro y Chuayffet era el dueño de una industria que manufacturaba hule. Las exportaciones lo elevaron a las nubes de la codicia y el poder. Estaba relacionado a la política y más de una vez participó en campañas electorales. Era compadre del Gobernador de Morelos. Su madre, Estela Campos Ibargüengoitia era toda una dama de sociedad. Participaba en subastas de caridad y más de alguna vez se le veía en las lujosas comidas en la que asistía con su marido rodeada de más mujeres del círculo social más elevado de México.
A pesar de eso, los dos hermanos no eran juniors, más gozaban de ciertas libertadas obviadas por las relaciones que su padre mantenía con todo el círculo de poder. La obsesión nepotista del padre, hizo que los jóvenes entraran a la escuela de Ciencias Políticas, para después hacer alguna maestría o doctorado en alguna universidad de Estados Unidos o Inglaterra.
- Tengo un problema Andy... Uno muy grave...
- Mira, sé que Carlos es un tipo muy atrabancado, pero se hará responsable, sea como sea...
La muchacha se echó a reír. - No es lo que piensas niño. En eso me cuido mucho. Es otra cosa.
- ¡Ah, vaya! Pensé que...
- ¡No! ¿Cómo crees? -decía al momento de tomar su mano -Es sólo que... Me gustas Andrés. Me gustas mucho. No sabía cómo decírtelo, y ahora no sé cómo decírselo a tu hermano.
Andrés se separó inmediatamente. De repente sintió un escalofrío como de miedo, asco y culpa. Se marchó sin mediar palabra. La jóven gritó algo a lo que no prestó mucha atención. Para él, las cosas con su hermano eran cosa seria. No le gustaba que lo tocaran. No tenían una relación de hermandad juvenil muy estrecha, pero de cualquier forma se querían. Más de una vez discutían por minucias provocadas por la competencia que genera el ser el favorito de papá y mamá. Ocultaba las borracheras atroces y a las fiestas privadas con orgías por regla que organizaba su hermano. Más de una vez tuvo que aguantarse afuera de la casa mientras su hermano cogía con alguien en la sala de la residencia. Testigo mudo de las aventuras de Carlos, se limitaba a hacer oídos sordos a todo comentario y sólo respondía con evasivas a las preguntas de sus padres. Ya sabes cómo es, decía.
Llegó a su casa con el mismo sudor frío. Ellos tenían planes para casarse terminando la carrera. El padre de Sandra, íntimo amigo de Don Alberto, era dueño de una cadena de mueblerías en la república. En las reuniones familiares hablaban siempre de Sandrita y Carlitos. "Ah, estos muchachos, tan buenos. Algún día seremos consuegros Negro y tendremos que cargar nietos" Pero muchas veces las miradas de la jóven se desviaban hacia el introvertido hermano de su prometido. Muchas veces, incluso, mientras tenían relaciones, ella se imaginaba haciéndolo con Andrés. Otras tantas, se masturbaba pensando en él.
- ¡Jóven! - gritó la portera, al tiempo que Andrés cerraba la puerta de su cuarto. Sólo quería encerrarse, no quería saber nada. La confesión de Sandra había sido demasiado. Muchas veces oía a su hermano hablar de ella como una mujer que lo exitaba, pero que a la vez le llenaba el vacío existencial de cariño. Vacío propiciado por la constante ausencia de los padres. Vacío que Andrés llenaba con estudio y Carlos con sexo. En esos momentos, Carlos se tiraba por enésima vez a la maestra de Economía, cuando recibió un mensaje en el celular. Interrumpió el coito y salió del salón, dejando a la mujer a punto del segundo orgasmo.
Iba por Reforma a toda velocidad. -¡Ese hijo de la chingada! ¿Cómo se atrevió? -Dio una vuelta cerrada y estacionó el carro afuera de la casa. Se bajó de inmediato olvidando el celular en el que se leía: "ME COGÍ CON TU HERMANO"
lunes, 6 de abril de 2009
La decepción
Heme aquí... Sentado en la esquina de la calle, donde se encuentra algún viejo bar... La muy cabrona me acaba de dejar, empieza a llover...
"TE AMO" decía... Lloro...
Porque por más impudicias que yo pudiera pensar, ella seguía ahí, inerte, renuente a salir de mi corazón... Aún con sus palabras vacías, con sus lágrimas de cocodrilo, con las falsas promesas de un amor en vano... Ahí seguía... Me levanté todavía ebrio ¡ah! Cinco tequilas al hilo suelen ser pegadores... Tomé un camión para llegar más seguro a mi casa...Todavía mojado por la lluvia, tendí el billete al conductor. No me dí cuenta cuánto me regresó de cambio...
"TE AMO" decía... Y sólo contemplo... Pasivamente...
Llegué a la esquina de mi casa, y sorpresivamente el borrachín de la cuadra seguía ahí, tirado, con una botella de alcohol de caña a la mitad. Mentaba madres, se quería parar pero solo quedaba en el intento... La lluvia casi dejó de arreciar... Si me preguntan qué pasó antes de los tequilas, antes de llegar al bar, cuando la ví, no lo sé... Quiero recordarlo y no lo sé... Sólo sé que cuando la recordaba la odiaba... La odiaba tanto que quería tenerla de frente a mi, darle una bofetada, y enseguida quitarle su ropa, besarle los pies... Adorarla... Decirle que la amaba y decirle que la odiaba... Quería tomar sus piernas, abrirlas y hacerla mía de nuevo, tomar sus labios con los míos y gritarle "desgraciada, perdida, adorada..." Pero sólo quedó en un sueño... Todo es un sueño... Y nada más...
"TE AMO" decía... Y yo le creí... El muy estúpido...
Llego, prendo la tele y aparece una nueva serie, de detectives creo, no pongo mucha atención. Casi no veíamos la tele, por estar en nuestros juegos, en nuestro mundo... Quiero olvidar, quiero morir, que alguien venga y me meta un plomazo, me ahorque, me entierre vivo... Porque es casi lo mismo vivir por una mujer a la que le diste tu corazón y ésta se lo aviente a los perros... Porque es casi lo mismo ofrecerle lo que tenías a cambio de nada... Porque es casi lo mismo dar la vida por ella y ella como si nada...
"TE AMO" decía... Y duermo... Profundamente...
Todos hablan pestes de ella. Puta perdida, hija de la chingada, cerda... Y cada palabra es como si me apuñalaran una y otra vez... Sus ojos eran el fiel reflejo de la muerte, mataba con ellos. Su voz era el canto de la sirena que te atrae sólo para morir en sus garras... Sus labios eran dos finas navajas que cortaban cada que besaban... Era mortal, era la muerte y para mi fue la vida...
"TE AMO" decía... Y yo la amé... Y la odié...
"TE AMO" decía... Lloro...
Porque por más impudicias que yo pudiera pensar, ella seguía ahí, inerte, renuente a salir de mi corazón... Aún con sus palabras vacías, con sus lágrimas de cocodrilo, con las falsas promesas de un amor en vano... Ahí seguía... Me levanté todavía ebrio ¡ah! Cinco tequilas al hilo suelen ser pegadores... Tomé un camión para llegar más seguro a mi casa...Todavía mojado por la lluvia, tendí el billete al conductor. No me dí cuenta cuánto me regresó de cambio...
"TE AMO" decía... Y sólo contemplo... Pasivamente...
Llegué a la esquina de mi casa, y sorpresivamente el borrachín de la cuadra seguía ahí, tirado, con una botella de alcohol de caña a la mitad. Mentaba madres, se quería parar pero solo quedaba en el intento... La lluvia casi dejó de arreciar... Si me preguntan qué pasó antes de los tequilas, antes de llegar al bar, cuando la ví, no lo sé... Quiero recordarlo y no lo sé... Sólo sé que cuando la recordaba la odiaba... La odiaba tanto que quería tenerla de frente a mi, darle una bofetada, y enseguida quitarle su ropa, besarle los pies... Adorarla... Decirle que la amaba y decirle que la odiaba... Quería tomar sus piernas, abrirlas y hacerla mía de nuevo, tomar sus labios con los míos y gritarle "desgraciada, perdida, adorada..." Pero sólo quedó en un sueño... Todo es un sueño... Y nada más...
"TE AMO" decía... Y yo le creí... El muy estúpido...
Llego, prendo la tele y aparece una nueva serie, de detectives creo, no pongo mucha atención. Casi no veíamos la tele, por estar en nuestros juegos, en nuestro mundo... Quiero olvidar, quiero morir, que alguien venga y me meta un plomazo, me ahorque, me entierre vivo... Porque es casi lo mismo vivir por una mujer a la que le diste tu corazón y ésta se lo aviente a los perros... Porque es casi lo mismo ofrecerle lo que tenías a cambio de nada... Porque es casi lo mismo dar la vida por ella y ella como si nada...
"TE AMO" decía... Y duermo... Profundamente...
Todos hablan pestes de ella. Puta perdida, hija de la chingada, cerda... Y cada palabra es como si me apuñalaran una y otra vez... Sus ojos eran el fiel reflejo de la muerte, mataba con ellos. Su voz era el canto de la sirena que te atrae sólo para morir en sus garras... Sus labios eran dos finas navajas que cortaban cada que besaban... Era mortal, era la muerte y para mi fue la vida...
"TE AMO" decía... Y yo la amé... Y la odié...
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